martes, 20 de marzo de 2007

A Mitad de Camino entre la Pobreza y la Pobreza Absoluta


Ningún fenómeno ha flagelado a la humanidad tanto, ni por tanto tiempo, como la pobreza. Ella es el caldo de cultivo de males ulteriores de nuestra sociedad, pero, infortunadamente, los esfuerzos mundiales no son suficientes para su erradicación. Sus diferentes dimensiones hacen que sea un problema casi incomprensible y por ende, casi incurable. La antipatía que las clases menos favorecidas reciben constituye el “viento bajo las alas” del problema. Las medidas estatales, por otra parte, son paños de agua tibia.

El estándar de medición de pobreza establecido por el Banco Mundial contempla que, aquellos individuos que viven con menos de dos dólares al día, se consideran en situación de pobreza, mientras que, aquellos que lo hacen con un dólar o menos, se encuentran en pobreza extrema.

Bajo esta perspectiva el caso colombiano no es muy alentador. Hagamos el ejercicio hipotético de una familia promedio colombiana que vive con el salario mínimo de uno de los padres (porque con las actuales tasas de desempleo e informalidad sería una rareza que ambos devengasen dicho salario).

Convirtamos el salario mínimo vigente a la fecha a dólares según la tasa de cambio promedio del mes de enero del año en curso, (433.700 dividido entre 2.259,72) y obtendremos una cifra que rodea los 192 dólares. Divida esta suma entre el promedio de personas que conforman una familia en una ciudad como Bogotá (3,5) y tendrá que, cada uno de quienes la conforman, deberá vivir con unos 54 dólares al mes, 1.8 dólares diarios para cada uno de sus integrantes.

La situación empeora si se trata de una ciudad como Cartagena en la que el hogar promedio está conformado por 4,3 personas. Cada uno de estos integrantes deberá vivir con 1,5 dólares diarios. A mitad de camino entre la pobreza y la pobreza absoluta.

Y eso que hay quienes dicen que la moneda está revaluada.

Adicionalmente, el terrible nivel de desigualdad que padece la Nación, deja claro que existe una división. Deja claro que hay dos países, uno rico y otro pobre. Esta afirmación cobra especial relevancia toda vez que estas zonas de riqueza y pobreza están demarcadas en espacios geográficos bien definidos, tanto al interior del país como al interior de las ciudades. Al interior de una de estas zonas marginales uno podría encontrar niveles de pobreza comparables a los del África subsahariana.

La mala noticia no sólo es para los pobres, también lo es para los ricos. Si entre todos no hacemos algo la situación seguirá tendiendo a escapar de todo control. Los hechos recientes en Cartagena demuestran que el caldo de cultivo está casi listo, sus vástagos hacen de las suyas a los residentes y sólo son atrapados cuando cometen el error de hacérselo a los foráneos (siempre y cuando provengan de un país del primer mundo). Una reacción indolente de las autoridades policiales ante las denuncias de residentes comunes y presurosa ante las de ciertos extranjeros, hacen ver a los primeros como ciudadanos de segunda.

Hay quien se atreve descaradamente a afirmar que son hechos aislados. No lo son. La inseguridad crece en esta Ciudad como en otras de semejante tamaño al mismo paso que la pobreza se cocina en el fogón de la indiferencia. Sin embargo, no hay que culpar de todo al gobierno (aunque si de mucho), muchas de las causas de la pobreza son estructurales y no tienen una solución inmediata. Algunas de ellas siguen vigentes hoy, produciendo nuevos pobres cada día.

La profundidad de las raíces del problema es verdaderamente frustrante, petrificante cual medusa mitológica. La sociedad debe prepararse entonces para enfrentar el problema con herramientas poderosas. Los gobiernos locales y el nacional deben retomar las riendas de las metas del milenio y la sociedad civil jugar un rol activo más allá del simple señalamiento. Un rol que comienza con la sensibilización del individuo mismo.

Comencemos hoy.
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Leí esta misma columna publicada en El Universal y no pude estar más de acuerdo con el problema de la pobreza y la falta de planes para erradicarla. También la indolencia de la gente que no hace nada. MARIA CONSUELO