viernes, 27 de julio de 2007

Manual de Política Económica Para Países en Desarrollo

En las economías de mercado occidentales, el debate sobre el tema del desarrollo económico está basado en una polémica entre dos extremos cada vez más cercanos. Podríamos catalogar estas dos tendencias como “aquellos en pro de la globalización” y “aquellos que le encuentran algún pero a la globalización”. Obsérvese bien que ya no queda ningún anti-globalización. Al menos no en el espectro serio del debate.

Este estado de coincidencia ideológica ha podido configurarse no sólo porque las ideas yuxtapuestas han ido depurándose en un proceso dialéctico, sino también por el hecho de que la globalización es un fenómeno mundial flagrante e innegable.

Hace poco más de una década los extremos del debate estaban claramente diferenciados. Había, incluso en los “países capitalistas”, un segmento de opinión que proponía hacer resistencia al proceso de integración mundial. Estas ideas, aunque más una reminiscencia de la Guerra Fría que cualquier otra cosa, tenían un eco importante en la opinión pública. Había por aquellos días, un temor en el ambiente a las depravadas consecuencias que podría implicar el proceso de integración mundial.

Hoy sabemos que las consecuencias han podido no ser las mejores, pero también está claro que el comercio internacional puede impulsar el crecimiento económico y éste, bien administrado, fomentar el desarrollo de una región. Los puntos de discusión se basan hoy en aspectos más evolucionados del comercio, como por ejemplo las consecuencias de la integración asimétrica, o de la mala administración económica de los gobiernos que recién abren sus economías, o algún otro punto de quiebre enmarcado, en todo caso, en el ámbito de un mundo que avanza, mal que bien, hacia una integración económica.

Como estudiante de estos temas, y como persona del común, puede uno llegar a sentir cierto alivio al ver que, probablemente nos acercamos, sino a un criterio comercial unificado, a uno que dista de ser yuxtapuesto y que permite la coexistencia y progreso de ambas tendencias.

No obstante, mi tranquilidad me fue recientemente arrebatada.

En un foro organizado en Cartagena de Indias por el Consejo Económico Interamericano, titulado: “Building Sustainable Societies: The Path to Development” (Construyendo Sociedades Sostenibles: El Camino al Desarrollo), pude presenciar la conferencia de Leong Sze Hian, presidente de la Society of Financial Service Professionals, sobre el desarrollo de Singapur.

Singapur, un país pobre, se catapultó al grupo conocido como los New Industrialized Countries (Nuevos Países Industrializados), NICs, algo así como los nuevos ricos de la economía mundial. Su ascenso ha sido objeto de profundo análisis, por lo que la conferencia de nuestro amigo Leong despertó mucho interés en los asistentes.

Leong basó su exposición en dos puntos importantes: corrupción y política económica, y trató de ser lo más sintético posible. Quizás demasiado sintético.

“La política económica de Singapur fue y es sencilla”, dijo. “Nosotros le preguntamos a las empresas, qué necesitan para venir al país y, aquello que ellas pidan, nosotros le damos….” ¿Mano de obra barata y desregulación laboral?, vengan, ¡aquí la tendrán!

Pensé, a esta altura de la ponencia, en lo extraño que era ver una propuesta de este talante ante un foro que, más que Interamericano, era realmente, Latinoamericano – Demócrata, pues contaba con la participación de varios representantes de importantes senadores estadounidenses afiliados a este partido.

Sin embargo, Leong prosiguió, como inadvirtiendo la composición de su público.

En cuanto a la corrupción, afirmó que Singapur lo que hizo fue implementar la pena de muerte para los delitos de esta naturaleza (y de cualquier otra). Se cree que de esta manera se erradicó la corrupción (quizás también la dignidad humana)… al tiempo que alardeó haber ejecutado a unos cuantos corruptos como pieza fundamental del cambio político en Singapur.

Ahora Singapur se beneficia de la corrupción de dos formas: en primer lugar, es uno de los pocos países del mundo que tiene un índice de corrupción cercano a cero, por lo que todos quieren invertir en él. Y, por otro lado, se lucra de la corrupción de sus vecinos toda vez que cada que un hombre de negocios, o cualquier país del mundo, desea hacer negocios en la Región (que ostenta una tasa de corrupción importante), usa a Singapur como intermediario de cualquier transacción, lo que reporta un beneficio adicional

Luego remató con cosas tan desacertadas como que: “la gente en Singapur tiene la libido más baja del mundo, pues las tasas de crecimiento poblacional de las mayorías étnicas están cercanas a cero o negativas.”....”la razón de esta libido tan baja es que los singapurenses trabajan extensas jornadas y llegan tan agotados…”

Para cuando Leong terminó ninguna boca estaba cerrada. Quedamos, cuando menos lo esperábamos, enfrentados a un paradigma que creíamos obsoleto, pero que viene reencauchado con la fuerza de la victoria, porque viene de uno de los pocos países que, durante la segunda mitad del siglo XX, logró escapar de la pobreza.

Quizás nuestro expositor quiso ser enfático en la importancia de la seguridad para el desarrollo adaptando su ponencia al contexto colombiano, pero lo que en realidad dijo fue lo siguiente:

Manual de Política Económica para Países en Desarrollo:

Los derechos laborales deben suspenderse, de manera que las empresas encuentren los costos laborales más bajos del mundo.
Esta decisión acarreará una consecuencia benéfica sobre el control de natalidad, por lo que podrá darse el lujo de reducir la inversión social en el largo plazo.
Decrete la pena de muerte, podrá ejecutar a todo aquel que se porte mal.
El desarrollo económico vendrá por sí solo.

Juzgue usted.

Publicado también en: http://www.dinero.com/wf_InfoArticulo.aspx?idArt=35938